DOÑA Letizia volvió a casa, a su Asturias natal, dos días antes de cumplir 51 años (15 de septiembre), con una radiante sonrisa y su popularidad en alza para la apertura del curso de Formación Profesional (Comunicación, Imagen y Sonido) en Langreo. La Reina lo ha conseguido. No ha sido fácil, pero los españoles valoran su trabajo y en consecuencia la respaldan cada vez más. Desde que llegó a palacio, ha ido sumando etapas con grandes cambios —el más importante el de princesa a Reina—, pero podría decirse que fue cumplir cincuenta y «reinventarse». Ahora todo el mundo habla de una soberana rompedora, triunfal, que comparte emociones y ha encontrado su sitio en la cumbre.

Su cercanía (selfis, sonrisas y apretones de mano a cientos), la confianza en sí misma, la espontaneidad y la capacidad de improvisar y conectar han abierto otro escenario: cuando asoma su personalidad y su naturalidad, su estilo ya no importa tanto. Y esto es lo que se ha visto en los últimos meses: la mujer que sigue mirando arrobada al Rey, que deja ver cómo se le cae la baba (y casi una lágrima) con sus hijas antes de despedirlas, que bota de alegría cuando la Selección Femenina de Fútbol ganó el Mundial en Sydney… O que inaugura el nuevo curso —primero en Galicia y después en Asturias— llena de ilusión, en vísperas de celebrar su 51 aniversario (15 de septiembre). Un cumpleaños especial con el que repite tradición —todo discurre en la intimidad de palacio— y afronta una novedad: sus hijas están lejos. Los Reyes ahora están solos, pero la vida sigue. Tras la entrega de sables, recibir la boina «grancé» y ser certificada como «combatiente», la dama cadete Leonor se prepara para la jura de bandera en la Academia Militar de Zaragoza. En cuanto a la infanta, completamente integrada en su colegio de Gales, empieza a explorar mundo.