EN marzo de 2020, se despidieron de la Monarquía británica con un adiós triunfal bajo la lluvia de Londres y, tres años y medio después, han reaparecido igual de victoriosos en Alemania, desterrando cualquier idea de divorcio tras los rumores de crisis, o de haberse arrepentido de abandonar el mundo de la familia Windsor. Los duques de Sussex han hecho juntos otros viajes a Europa, pero ha sido en esta última visita cuando se los ha visto más felices y llenos de determinación, mientras celebraban por todo lo alto los Juegos Invictus. Están muy orgullosos de su labor. Hay otra «familia» que los quiere y ya estaba ahí para Harry, desde 2014, el año en el que los fundó pensando en militares y veteranos heridos.

El duque llegó a Düsseldorf el 8 de septiembre, para inaugurar el evento en el que han participado 21 delegaciones con 500 atletas, compitiendo en diez disciplinas diferentes; y el día 12 se le unió la duquesa, sin sus hijos, el príncipe Archie, de cuatro años, y la princesa Lilibet, de dos, que se quedaron en Los Ángeles. Esa misma noche acudieron a la fiesta Family & Friends. Era su primera aparición oficial desde mayo y salieron juntos al escenario. Allí, ante los deportistas y sus familias, Meghan tomó la palabra disculpándose por haber llegado «un poco tarde a la fiesta». «Es muy especial estar aquí … estamos ansiosos por traerles a nuestros hijos también, para que puedan experimentar lo increíble que es esto».

Horas después, los duques acudían a Merkur Spiel-arena, para asistir a un partido de baloncesto en silla de ruedas. A su llegada, Meghan se mostró encantada de ver al equipo nigeriano y les saludó eufórica. Ya lo había avanzado Harry en la ceremonia de apertura. La duquesa descubrió hace dos años sus raíces —es un 43% por ciento nigeriana— y apoyaría a Nigeria. Son el primer equipo africano en participar y, además, le pusieron un apodo nigeriano: Amira Ngozi Lolo. Amira significa «princesa guerrera de cuento de hadas»; Ngozi, «bendita»; y Lolo, «esposa real».

Hacía mucho que no los veíamos disfrutando tanto y tan cercanos. De la mano, abrazados, hablándose al oído, mirándose con cariño. Harry entregado a su proyecto más personal y Meghan a su lado en todos los escenarios y uniéndose a la multitud, para cantarle el «Cumpleaños Feliz» que habían celebrado horas antes en una cervecería de Düsseldorf. Y ese es el mensaje que han trasladado: vuelven a Europa igual de enamorados y de decididos a seguir su camino, lejos de la familia real británica.