LA serie alemana

Dark, estrenada en la misma plataforma que 1899 en 2017, fue un gran éxito de audiencia. En ella se desarrollaba una historia en la que se mezclaba ciencia ficción sobre universos paralelos y viajes temporales y drama familiar y que se desencadenaba con la desaparición de dos niños. En esta nueva serie, cuyos showrunners son los creadores de Dark, se plantea otro misterio igualmente adictivo, en forma de puzle y con un toque de ciencia ficción y de horror. Está ambientada en un enorme transatlántico de vapor, el Cerberus, cuyos pasajeros, procedentes de todas partes del mundo, están segregados por clases que no se comunican entre sí, trece años antes del desastre del Titanic. El barco zarpa bajo la terrible influencia de la desaparición sin dejar rastro, cuatro meses antes, de un barco de similares características. A mitad de travesía, el Cerberus recibe una señal de SOS que parece proceder del barco desaparecido. La serie mezcla muchas ideas sobre viajes en el tiempo, portales secretos, niños siniestros con toques de lucha social a favor de la inmigración, pero su lentísimo ritmo, tanto en los diálogos casi espartanos como en la acción, lastra el resultado, que se pierde en la vaguedad del planteamiento. Aunque el misterio que se desarrolla puede ser necesario para mantener la atención hasta el final, su visión requiere un esfuerzo extra que no es para todos los públicos.