Los trabajadores de Twitter lo han dejado claro ante el ultimátum que les había impuesto el nuevo dueño de la red social, Elon Musk: o asumían duras condiciones laborales, con una carga y presión desmedidas ( que pasa por dormir en la oficina si hace falta) o podían dimitir y recibir una compensación económica equivalente a solo tres meses. La respuesta a las exigencias de Musk ha sido clara: han renunciado en masa. Los trabajadores tenían un plazo de treinta y seis horas para responder y el resultado ha sido que cientos de empleados han optado por abandonar. Eso, unido al despido de la mitad de la plantilla y al goteo incesante de destituciones, está poniendo en un serio aprieto al magnate y a la continuidad de la red social.